Crimen Menor

No fue ni la primera ni la última vez que negocié con los Sikh. Esta vez se trataba de un tapete. Un tapete marcado, manchado. Un trozo de tejido que sabía más que el detective, más que el asesino y más que la víctima.

Ahora confunde sus colores en la sala comedor del templo con otros tapetes manchados de salsas que sí son salsas. Su pariente indi le reemplazará durante años en la biblioteca cometiendo impaz otra fechoría. Pero bueno, la decoración kitsch es un crimen menor.

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